lunes, 24 de marzo de 2014

La perversión de legislar contra el propio Estado

En teoría el poder legislativo debería redactar y aprobar leyes que vayan a favor del interés general y nunca para beneficiar al interés particular de un grupo reducido de individuos. Esa sería una praxis política de altura, ya que de lo contrario, el Estado estaría autofagocitándose.

Pues eso es exactamente lo que ha hecho este Gobierno (con la ayuda inestimable del anterior ejecutivo socialista) con la reforma laboral. No sirve a un interés general sino a uno particular. Ya no hablo de si la reforma sirve o no a la creación de empleo (casi me sonrojo al tener que apuntar esto: está claro que NO ha funcionado, por mucho que se empeñe el Gobierno). Voy directamente al día a día de este país. A cómo la ley ha hecho que sea el Estado (o sea, todos nosotros) el que acabe pagando nuestros propios despidos cuando una empresa quiebra. Es el Fogasa (Fondo de Garantía Salarial) quién está asumiendo la gran mayoría de indemnizaciones y algunos sueldos sin pagar de empresas quebradas.

Alguien dirá: hombre, si no hay dinero en la empresa, mejor que haya una 'bolsa común' para proteger mínimamente al trabajador. Por supuesto. Totalmente de acuerdo si el Fogasa solo cubriera aquellos despidos procedentes por término de actividad cuando los accionistas están tan arruinados como el propio trabajador. O cuando no ha habido una mala gestión del o los administradores que ha llevado a la quiebra a la empresa.

La gracia del asunto es que el Fogasa (o sea, todos nosotros) asume los 20 días de indemnización por año trabajado con un tope de 18.282 euros y las nóminas no pagadas con un máximo de 120 días naturales y un tope de 6.010 euros (si te han dejado de pagar más de esa cantidad la has perdido, amiga) aunque los accionistas principales de la empresa tengan patrimonios millonarios; aunque haya habido mala gestión; y aunque se haya producido una dejación en el cese de la actividad que, de no haberse dado, podría haber ahorrado salarios no pagados.

¿No sería más lógico que el Estado procurase por su propio bien no tener que desembolsar dinero día sí, día también -el fondo está tan saturado que en algunas comunidades como Madrid puede tardar más de un año y medio en pagar al trabajador- supervisando en qué casos se ha producido una quiebra de la empresa por la crisis, por no funcionar el mercado, por múltiples razones honorables que a ningún empresario deben avergonzar y en qué casos esta quiebra ha sido por mala praxis empresarial? ¿O en qué casos los accionistas sí tienen patrimonio para, sino reflotar la empresa, liquidar con dignidad a sus trabajadores antes de cerrar la compañía?

Pues por inverosímil que parezca el Estado legisla para que incluso en estos últimos casos tenga que ser el propio Estado el que pague la factura. Es decir, se exime a un colectivo (parte del empresariado, no todo, afortunadamente) de sus responsabilidades y, voilà, se fuerza a que sea el propio trabajador adeudado el que con sus impuestos se acabe pagando parte, solo parte, de lo que se le debe por el trabajo realizado. Muy bonito.

¿Quién legisla? ¿Para quién legisla?

jueves, 20 de febrero de 2014

La pregunta que nos aleja de los mejores

Hacía tiempo que no llevaba el coche al taller pero esta semana un ruidito insistente en los frenos me hizo visitar a Gustavo. Es un buen mecánico y mejor persona pero, ay, al ir a recoger el coche y disponerme a pagar me hizo la fatal pregunta: ¿quieres factura?

Claro que quiero factura, hombre, cómo sino vamos a levantar este país. Y ya no levantarlo: cómo vamos
a ser mejores algún día. Porque de eso se trata. Se trata de conseguir que nadie se vanaglorie de defraudar
a Hacienda; de que la mayoría de la ciudadanía sea consciente de que el dinero público es el dinero de todos; y de que algún día el vecino te mire mal cuando sepa que cometes fraude fiscal. Entonces estaremos entre los mejores.

De momento, España es el noveno país de la OCDE con más economía sumergida, casi un 25% del PIB. Una brutalidad. La crisis no ha hecho sino aumentar el dinero negro, los trabajos sin factura, hay que sobrevivir como sea... es cierto, para un número importante de ciudadanos. No lo es para las grandes fortunas y para las multinacionales.

Haría bien el Gobierno en destinar más efectivos de la Agencia Tributaria a perseguir a los grandes defraudadores y acabar con la corrupción galopante que impera en algunos sectores de la sociedad española. Solo así los Gustavo empezarán a cambiar de mentalidad y nos acercaremos a los mejores.

domingo, 12 de mayo de 2013

¿No hay dinero? Sí, sí que lo hay



Recortes brutales en servicios sociales, pilares del Estado de Bienestar que tantos sacrificios ha costado levantar: sangrías en educación y sanidad pública. Falta dinero, repite como un mantra tanto el presidente del Gobierno como los presidentes autonómicos y los responsables comunitarios.

Aumento de impuestos; siempre con la clase media-baja como víctima (nada de aprobar una política fiscal más progresiva) y con las pequeñas y medianas empresas que todavía no han cerrado tras cinco años de descalabro, ahogadas. Tenemos que recaudar más porque no hay dinero, clama Montoro.

Te recorto el servicio y, a cambio, te obligo a pagar más impuestos por peor calidad de vida. Es que no hay dinero, a ver si nos enteramos. Hemos vivido por encima de nuestras posibilidades (exactamente, ¿quién ha hecho eso en los últimos 15 años de pelotazo inmobiliario y fechorías corruptas de las 'familias' de siempre?).

Espera, un momento… ¿No hay dinero? Al menos 550.000 millones de euros de origen español descansan en centros financieros internacionales donde no tributan o donde, como mínimo, existe una opacidad tremebunda. Y desde el año 2009, las empresas del IBEX 35 (sí, sí, bancos, concesionarias, operadores de telecomunicaciones…) han duplicado su presencia en paraísos fiscales, según el Observatorio de Responsabilidad Social Corporativa (http://www.observatoriorsc.org/)

¿Qué cantidad deja de ingresar el Estado permitiendo esta evasión de impuestos? ¿Tendríamos ese déficit que parece justificar cualquier recorte si se persiguiese de verdad el fraude fiscal de las grandes corporaciones –no solo el ‘con IVA o sin IVA’, que también-?

Así que dinero, lo que se dice dinero, sí hay. La utilización de paraísos fiscales por parte de empresas españolas, con el silencio cómplice del gobierno del Estado, gobiernos autonómicos y Bruselas, es reprochable en cualquier situación. Pero ahora, cuando se desmantela educación, sanidad e investigación públicas, con 6 millones de parados y más del 50% de los jóvenes sin expectativas, es directamente obsceno. De nuevo, las élites políticas y económicas no cumplen la principal función de una élite éticamente responsable: actuar por el bien común.

sábado, 9 de febrero de 2013

Las no-élites

Cualquier iniciativa política (aviso de que la ciudadanía también ejerce iniciativa política) que se presente estos días es anulada automáticamente por la podedumbre de corrupción que invade la vida del país. No importa si se trata de la Estrategia Estatal de I+D, o de medidas para favorecer la creación de empresas, o de iniciativas legislativas populares como la dación en pago. El vendaval informativo sobre la corrupción de altos cargos políticos o de medianos y mediocres cortesanos se lo lleva todo por delante. Así que vivimos sumidos en un estupor casi sin precedentes, mientras la brecha entre la ciudadanía y lo que a sí misma se llama 'clase política' aumenta día a día.

Afecta a muchas fuerzas políticas (no todas, conviene recordarlo), especialmente a las que tradicionalmente han ostentado el poder estatal, autonómico y local: PP, PSOE y CiU... de momento. Además, la mayoría de las veces para ser corrupto debe existir un corruptor. Y ahí es donde entra en juego la clase económica (no la gran mayoría de empresarios, conviene también recordarlo).

De hecho, los dos jugadores de esta partida (en la que la ciudadanía nos hemos convertido en meros espectadores boquiabiertos mientras nos roban la cartera descaradamente) son las élites política y económica. Y aquí está el gran drama: que quienes deben obrar en interés del colectivo lo estén haciendo solo en interés personal.

Parece una obviedad pero niega la hipótesis de que son 'unas cuantas manzanas podridas' las que están dando mal ejemplo. Al contrario, y me temo que recogiendo la tradición más egoísta de las clases dirigentes españolas a lo largo de toda su historia, se trata de que nuestras élites no merecen llamarse así. No es malo que exista una élite, mucho menos una élite política e intelectual. No todos somos iguales y, a igualdad de oportunidades (que es lo que sí debemos asegurar), habrá ciudadanos que siempre irán más allá que la inmensa mayoría. El drama es cuando esta élite se comporta como una manada de mamuts destrozando un país sin importarle la devastación que deja a su paso. El drama es que la élite económica y política de un país no se rija por la ética.

Entonces solo queda una opción: la ciudadanía debe volver a tomar las riendas, echar a esa anti-élite del poder y fabricar una nueva élite basada en el interés común. Es la acción política. Y es posible, aunque las estructuras armadas por las no-élites hagan muy difícil esta regeneración. Pero hay resquicios que debemos saber descubrir y aprovechar.

Porque esta regeneración ('democrática', la llama la propia no-élite, desvirtuando el término con solo nombrarlo) no va a venir de la propia no-élite. Por eso es tan llamativo que parte de la 'clase' política en el fondo se esté alegrando de lo que le está pasando al PP y a Rajoy. Exactamente, ¿de qué nos alegramos? Independientemente de si se comparte la ideología del PP o no, que el partido en el Gobierno y que el presidente de un país estén involucrados en un caso de corrupción que nos retrotae a más de 20 años es un desastre. Confirma el tipo de élites que España tiene y ha tenido siempre. La misma traslación podríamos hacer en el caso de CiU con Catalunya.

Por eso la petición de dimisión a Rajoy por parte de Rubalcaba suena tan falsa, tan fuera de lugar. No porque deban taparse las vergüenzas unos a otros como tantas veces a pasado. Sino porque el PSOE, realmente, no ha hecho absolutamente nada para ganarse el respeto como élite política. Así que este arranque de Rubalcaba se inscribe más en el "y tú más" que en la regeneración democrática que invocan. Se inscribe en el eterno bipartidismo alternante de la política española. Algo de lo que, por cierto, la ciudadanía se está cansando cada vez más.

Si las élites quieren regenar el sistema -lo cual es su obligación- deben empezar por regenerarse a ellas mismas, también la élite económica, denostadísima tras el lamentable espectáculo del sistema financiero español, con cajas de ahorro saqueadas y engaños colectivos como las preferentes. Hasta que no lo hagan, no recuperarán su credibilidad. Lo peor, sin embargo, es el desastre de país que dejarán como legado unas de las peores no-élites de los últimos tiempos.
Tweet
espainfo.es
estamos en
EspaInfoes
Barcelona